Por qué los españoles no tienen prisa por abandonar el mundo offline

por Hernández Gómez

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Otro factor es la relación con el ocio. En España, la diversión no se vive encerrado frente a una pantalla, sino al aire libre, en compañía. Las fiestas de los pueblos, las ferias, las celebraciones en las calles mantienen viva una cultura de participación colectiva. El entretenimiento digital crece, sí, pero todavía convive con la alegría tradicional de bailar, reír y compartir. En el fondo, los españoles no buscan escapar de la realidad, sino disfrutarla.

Sin embargo, esta preferencia por lo offline no significa rechazo a la modernidad. Las startups tecnológicas, los espacios de coworking y las empresas innovadoras florecen en ciudades como Barcelona, Valencia o Málaga. Pero incluso ahí, se respira una manera distinta de trabajar. Las reuniones se alargan con un café, los equipos se reúnen fuera de la oficina, y el trabajo remoto se combina con encuentros presenciales. España ha logrado algo que muchos países aún persiguen: integrar la tecnología sin perder el alma.

La pandemia puso a prueba este equilibrio. Durante los meses de confinamiento, España vivió lo digital con intensidad, pero también con nostalgia. Las videollamadas y las redes sociales sirvieron para mantener el contacto, pero la mayoría sintió la falta del calor humano. Cuando las calles se abrieron de nuevo, el país entero volvió a ocupar sus plazas, sus bares, sus playas. Fue como un regreso a la esencia: el recordatorio de que, aunque lo virtual puede acercarnos, solo lo real puede llenarnos.

Hay, en definitiva, una sabiduría en esta lentitud, una forma de resistencia frente a la velocidad del mundo moderno. Los españoles no es que ignoren la tecnología, sino que la equilibran. Entienden que el progreso no tiene sentido si nos aleja de lo esencial. Por eso, siguen prefiriendo la charla frente al chat, el paseo frente al scroll, el encuentro frente al algoritmo.

España demuestra que vivir conectado no significa vivir pegado a una pantalla. Significa, más bien, estar presente, consciente, abierto al otro. En un planeta cada vez más digital, los españoles nos recuerdan algo profundamente humano: que la vida, al fin y al cabo, ocurre en el mundo real. Y que no hay prisa alguna por desconectarse de él.

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