POR QUÉ LA PAELLA NO SE COCINA EN CASA

por Hernández Gómez

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En España, pocas cosas despiertan tanto orgullo como la paella. Es un plato que representa tradición, familia y celebración. Sin embargo, hay una curiosa paradoja que muchos extranjeros no entienden: aunque la paella es uno de los símbolos más reconocidos de nuestra gastronomía, rara vez la cocinamos en casa. Y no es por falta de cariño hacia el plato, sino precisamente por el respeto que le tenemos. La paella no es una receta cualquiera: es un ritual, una ceremonia que exige tiempo, compañía y un cierto aire de domingo.

La verdadera paella, la de siempre, nació en la huerta valenciana, bajo el sol y el olor a romero. Se cocinaba al aire libre, sobre fuego de leña, mientras la familia esperaba alrededor. El sonido del arroz chispeando, el humo que se mezclaba con el aroma del azafrán y el pimentón… todo formaba parte de la experiencia. Por eso, hacer una paella no es solo “cocinar”: es reunir a la gente, es dedicar el día a comer juntos, es detener el tiempo. Y ese espíritu es difícil de reproducir en una cocina moderna, rodeado de electrodomésticos y prisas.

En España, solemos decir que una paella no se hace para uno. Una paella se hace para muchos. Es una comida de grupo, de reunión, de celebración. Cocinar una paella para dos personas sería casi una falta de sentido común, y también una pérdida de magia. No se trata solo del resultado, sino del proceso. Se cocina despacio, se conversa, se abre el vino, los niños juegan, los mayores discuten sobre si el arroz debe quedar más seco o más meloso. La paella, más que un plato, es una excusa para estar juntos.

Además, hacer una paella auténtica no es sencillo. No basta con echar arroz, pollo y mariscos en una sartén. Cada paso requiere atención, precisión y, sobre todo, experiencia. El tipo de arroz, el punto del caldo, el fuego, el socarrat (esa capa dorada que se forma en el fondo)… todo tiene su secreto. En cada región hay una versión diferente: la paella valenciana tradicional con pollo y conejo, la de mariscos que se prepara en la costa, o las versiones modernas que incluyen ingredientes de todo tipo. Pero cualquiera que la prepare sabe que no se puede improvisar. Por eso, muchos españoles prefieren salir a comerla fuera, a un restaurante o a una casa rural, donde el cocinero tiene el fuego, la paellera y la paciencia que exige el plato.

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