EL SECRETO DE LAS CENAS LARGAS: LA COMIDA COMO ARTE DE CONVERSAR

por Hernández Gómez

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La sobremesa es un arte, una habilidad que se aprende desde pequeño. No se trata solo de hablar, sino de escuchar, de dejar espacio a los silencios cómodos, de disfrutar del momento. En una cena española, las palabras no se lanzan para llenar el vacío: se comparten como un plato más, con generosidad y cercanía. Cada historia se saborea, cada risa se contagia. Es un diálogo sin guion, donde lo importante no es llegar a una conclusión, sino disfrutar del camino.

Hay algo profundamente humano en esta forma de cenar. Nos recuerda que el tiempo es un lujo, y que compartirlo con los demás es uno de los mayores placeres de la vida. Cuando nos sentamos a la mesa, no solo comemos: nos reencontramos. En un mundo en el que todo parece medirse en minutos, nosotros seguimos creyendo en las horas que se alargan sin darnos cuenta.

A veces, los extranjeros intentan imitar nuestras cenas largas, pero les cuesta entender que no hay fórmula. No se trata de servir muchos platos ni de planificarlo todo. El secreto está en la naturalidad. Una mesa, buena comida, vino y, sobre todo, ganas de conversar. La magia aparece sola. El reloj deja de importar, y cada palabra se convierte en un ingrediente más del banquete.

Incluso en las cenas más sencillas, hay un cierto ritual. Alguien cuenta una historia y otro la interrumpe con una anécdota aún más divertida. Se brinda por algo sin motivo, se ríe por cualquier detalle, y cuando parece que todo ha terminado, alguien dice: “¿Y si abrimos otra botella?”. Entonces, la noche se reinventa, como si nadie quisiera que terminara.

En el fondo, nuestras largas cenas hablan de nuestra manera de entender la vida. Para nosotros, el tiempo no se gasta: se comparte. No buscamos la eficiencia, sino la conexión. No valoramos la comida por su rapidez, sino por la experiencia que la acompaña. Cada plato tiene un ritmo, cada conversación un sabor.

Por eso, cuando un extranjero me pregunta por qué cenamos tan tarde y tanto tiempo, le respondo: porque para nosotros la mesa no es un lugar, es un estado de ánimo. Es el momento en que el mundo se detiene y solo importa lo que tenemos delante: la gente que queremos, la comida que nos une y las palabras que fluyen entre ambos.

Así entendemos la vida en España. La comida como arte, la conversación como placer y la cena como un puente entre el día y la noche, entre lo vivido y lo soñado. Y mientras siga habiendo una mesa llena de voces, risas y copas medio vacías, seguirá vivo ese secreto que solo algunos comprenden: el arte de convertir una simple cena en una pequeña eternidad.

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